Konsac Group Opina: ¿Los jefes deben motivar o no desmotivar a los empleados?
La motivación está a la orden del día. Estamos acostumbrados a escuchar hablar continuamente de motivación en el ámbito de la gestión de personas. La desmotivación en el puesto de trabajo, o el descontento con el trabajo que realizamos, la cultura o el ambiente de trabajo o lo estimulante de nuestras funciones son, ni más ni menos, que el tercer y cuarto motivo más frecuente por el cual los trabajadores dejan una compañía y se incorporan a otra según el estudio realizado por Linkedin en 2015. Por encima incluso de la remuneración o el reconocimiento de nuestras contribuciones.
Esto debería, al menos, hacernos reflexionar. ¿Estamos motivados en nuestro trabajo?
Podemos hablar de dos tipos de motivación: la intrínseca y la extrínseca. En la primera, se da un autodeseo de buscar nuevos retos para analizar la capacidad de uno mismo, observar y adquirir más conocimiento. Está impulsada por un interés o placer por la tarea en sí misma y reside en el individuo en lugar de depender de presiones externas. Por el contrario, la motivación extrínseca se genera por las influencias externas al individuo. La persona consigue la motivación necesaria para llevar a cabo una tarea y seguir esforzándose con persistencia por las consecuencias externas (como por ejemplo, recompensas o castigos) asociadas a su ejecución.
Hay cierta tendencia a delegar esa función de “motivador” a nuestros jefes. Se presupone que un jefe debe motivar a sus empleados y, además, ejecutar las funciones inherentes al puesto. Si lo pensamos bien, la motivación debería depender de nosotros mismos. Si creemos que la motivación en nuestro trabajo debe depender de nuestros jefes, nos convertimos en agentes pasivos en lugar de protagonistas de nuestro trabajo. Como dice el profesor y experto en dirección de personas en las organizaciones del IESE Pablo Maella la automotivación (o motivación intrínseca) es la clave. “Los profesionales que se sientan motivados en condiciones normales son más eficaces que los que no lo están y, además, muestran una mayor satisfacción con la vida en general”. Si bien las circunstancias externas pueden incidir en la motivación hacia el trabajo, la actitud con la que se afronta depende de cada uno mismo.
Por esto, tal vez entre las funciones primordiales de un gestor de equipos debería estar la de “no desmotivar” porque, aunque evidentemente las personas que nos dirigen tienen un papel en cuanto a la motivación, más bien su deber estaría en no desmotivar a su equipo. Y eso solo se logra si el líder acompaña, tutela, ayuda, exige, estimula con el ejemplo, enseña y, en definitiva, empuja profesionalmente a la gente que tienen a su cargo. Una diana a la motivación intrínseca de los trabajadores, como explicábamos antes.