Konsac Group opina: Conduces o te conducen
Como seguramente ya habrán visto aquellos que amablemente me siguen en LinkedIn, soy un apasionado del mundo del headhunting y me considero muy afortunado por las oportunidades que me ha dado de conocer gente de la que he aprendido y aprendo cada día. Cada entrevista es una ocasión de acumular conocimiento y cada persona te aporta un punto de vista enriquecedor.
A lo largo de mi carrera, he tenido la oportunidad de conocer a muchos managers y directivos en los diversos procesos que me han sido confiados y, a efectos de esta nota de hoy, me atrevería a dividirlos en dos categorías (con el riesgo que supone cualquier simplificación):
- Aquellos que dirigen su vida profesional y hacen que las cosas sucedan, y a los que daré en llamar proactivistas de carrera.
- Aquellos que esperan a que las oportunidades aparezcan en el horizonte, y a los que llamaré reactivos de carrera.
Me gustaría centrarme en los primeros que son, para mí, los que tienen mayores oportunidades de llegar a donde se proponen, sobre todo porque visualizan su destino, ya que es fundamental en la vida conocer la meta para alcanzarla.
En este tipo de personas he percibido que, de manera explícita o implícita, hay denominadores comunes y, sobre todo, hay una clara identificación de los pasos y las etapas a recorrer para llegar a la mencionada meta. Voy a intentar explicarlas en cuatro periodos diferentes, cada uno con su temporalidad correspondiente
Etapa de aprendizaje
Para aquellas personas que tienen claro su objetivo de carrera, esta etapa se inicia justo después de su formación académica, ya que diferencian lo que es la formación teórica y en aula de lo que es la auténtica formación, la que empieza con las primeras experiencias laborales. Este tipo de personas son enormemente escrupulosas, a la vez que exigentes, sobre en qué tipo de organizaciones quieren iniciar su vida profesional. Preguntas sobre quiénes van a ser sus referentes profesionales (de quienes van a aprender), en qué proyectos se van a ver implicados (más preocupados por rol que por status), qué proyección supone trabajar en esas empresas iniciales (empleabilidad más que retribución) y cómo van a crecer en conocimiento a base de esfuerzo (más oportunidades que “calidad de vida”) son propias de este tipo de profesionales. También tienen claro que en un periodo máximo de 5 años tienen que saber si están en una empresa para seguir o si es mejor empezar a buscarse nuevos horizontes.
Etapa de consolidación
Resuelta la anterior etapa, empieza un periodo que suele durar 10 años, y que puede transcurrir en una o varias empresas (aunque mi consejo es que no sean más de dos en este periodo). Para estas personas ha llegado el momento de consolidar su carrera asumiendo básicamente tres desafíos:
- El liderazgo de equipos, aprendiendo a trabajar con el talento como medio para lograr objetivos.
- La responsabilidad sobre dimensiones económicas (ventas, márgenes, cuentas de resultados, etc.) y sentir la presión positiva del resultado.
- El acceso a una posición lo más cercana posible (si no dentro del mismo) a un comité de dirección.
También es una buena oportunidad (entre los 30 y los 40 años) para perfeccionarse en temas de formación, cursando un programa de desarrollo directivo en una escuela de negocio (siempre de prestigio) y que, en la actualidad, puede ser también un máster para entender el mundo de la digitalización, tan presente en nuestros días y que va a exigir a los directivos incorporar nuevas competencias.
Etapa de monetización
Llegados a este punto estos managers y ya directivos, se plantean un salto que va a ser de suma importancia para los años posteriores. Superados los aprendizajes y consolidada la experiencia, es tiempo de ocupar puestos de primer nivel en la organización y cambiar el rol de hacer por el de conseguir. En esta etapa, este tipo de profesionales aspira a posiciones que permitan tener una visión lo más global posible (que se puede tener no solo desde una dirección general, sino también desde una dirección funcional), formar parte de un comité de dirección, aspirar a proyectos internacionales si cabe (lo que no supone que en la etapa anterior no hayan trabajado fuera del país) y consolidar una posición económica que permita trabajar con la tranquilidad que da una compensación acorde con las responsabilidades. Aquí los directivos que dirigen sus carreras apuestan por estar vinculados a los resultados económicos de las empresas a las que prestan sus servicios y es el momento de ver cómo pueden lograr vincular sus retribuciones a objetivos a largo plazo (stock options, retribuciones a largo plazo, acciones de la empresa (sobre todo si son inversiones vinculadas a capital riesgo), aceptando el reto de que los ingresos se vinculen a las aportaciones que hacen a los proyectos en los que trabajan. Parte de estos ingresos los derivan a lo que algunos llaman “el plan B”, es decir, a tener otras inversiones que les protejan de salidas inesperadas y probablemente inmerecidas, sin tener que agobiarse para obtener de forma inmediata otro proyecto.
Etapa de trascendencia
En esta etapa, a la que suelen llegar justo rebasada la mitad de los 50, les aparece la necesidad de trascender, dejando tras de sí un legado profesional. Es el momento en que crean equipos de alto rendimiento, en que se centran en crear valor transmitiendo su “oficio” y su experiencia, tiempo en que comparten sus logros y en que algunos de ellos se incorporan en paralelo y sin entrar en incompatibilidades, a consejos de administración o, simplemente, a aconsejar a profesionales más jóvenes que se encuentra en la fase dos o incluso en la fase tres, ya sean ejecutivos o empresarios. Son personas que han logrado una gran seguridad en sí mismos, pero a los que el tiempo también les ha hecho ver que la humildad es parte básica del éxito profesional y que, a pesar de su ya larga experiencia, siguen aprendiendo de su relación con el entorno.
Y eso que anteriormente he comentado es lo que yo he dado en llamar la alternativa de que:
- O conduces tu carrera
- O te la conducen las circunstancias
Creo que la elección mejor es conducirla, aunque acomodando la velocidad paso a paso para no formar parte de un grupo, que también existe, de “descarrilados”, por equivocarse en el ritmo y querer “conducir” demasiado deprisa.
Juanjo Planes
Socio Fundador y Director General de KONSAC Group