Konsac Search Opina: La Vida es Bella
Optimismo para lograr el remedio versus victimismo de la enfermedad.
Dadas las actuales circunstancias donde cada día nos hablan de la crisis, las caídas de la bolsa, el empeoramiento de la situación económica del país, el incremento del desempleo, la subida imparable de la prima de riesgo y los continuos cambios de rumbo que nos dan nuestros políticos (a veces, no se sabe a qué juegan), a algunos les parecerá un poco pueril el título de este editorial.
Aún recuerdo cuando, en el año 97, se estrenó la película de Roberto Benigni (La vida es bella) y la impresión que causó en mi ánimo la figura del protagonista, Guido Orefice. Me pareció de una inmensa humanidad encontrar a alguien que era capaz de soslayar (y digo soslayar que no soportar), los malos tiempos (y aquellos sí que eran malos de verdad) y convertir la más horrible de las experiencias en un momento mágico tan sólo gracias a la actitud. Guido es una persona que sabe que en uno mismo está el poder de dejar que los acontecimientos te afecten de una u otra manera y, de esta forma, transformar el impacto de la realidad en el ánimo de cada uno de nosotros. Me maravilló, también, su capacidad para influir en su hijo y hacerle percibir que la realidad está dentro de uno mismo, más allá de las circunstancias del entorno.
Desgraciadamente no tenemos siempre el poder de cambiar las cosas. Pero lo que sí podemos es controlar nuestras emociones, dirigir nuestras acciones y, sobre todo, influir en el entorno de forma positiva, a pesar de los pesares. La sociedad española ha caído en una vorágine de desánimo que seguro se sustenta en la realidad, pero se alimenta de nuestros propios miedos y somos nosotros los auténticos protagonistas de que las cosas no cambien. Creo que nos encontramos cómodos en el “Valle de las excusas” donde no merece la pena hacer nada porque nada va a cambiar. Hemos alimentado el dragón del desánimo colectivo en lugar de luchar contra él y, al final, logramos que pase aquello que profetizamos: “La cosas están pero que muy mal y alguien nos lo tiene que solucionar”.
En este momento en el que las empresas han aprendido que las organizaciones funcionan sólo a través de personas, yo recomiendo que nos rodeemos de gente optimista, con ganas de hacer más que de criticar, protagonistas del remedio más que víctimas de la enfermedad, que ponen todo lo que saben y tienen al servicio del proyecto en el que están y que, si hay que aliviar las estructuras, lo hagamos separando de nuestros proyectos, a todos aquellos que se instalan en el desaliento de su propia incapacidad para aportar soluciones aunque sean pequeñas. Fuera los que nunca son responsables de nada y viven agazapados en sus trincheras.
Necesitamos muchos Guidos en nuestras organizaciones, en nuestro mundo y, sólo con eso, seguro que todo funcionará mucho mejor. Estoy seguro.
Juan José Planes - Presidente Grupo KONSAC