KONSAC HUMAN CAPITAL OPINA: El poder de las emociones
“Todos nos podemos enfadar, eso es fácil. Sin embargo, estar enfadado con la persona debida, en el grado adecuado, en la hora precisa, por el motivo justo y de la manera correcta, eso no es fácil.”
Aristóteles
¡Si es que las grandes verdades fueron descubiertas hace mucho tiempo! ¿Cuántas veces en las organizaciones se producen roces y tensiones por asuntos que, de entrada, parecen mucho menos importantes que el conflicto que generan? ¿Cuántas veces nos enfadamos con alguien y después nos damos cuenta de que nuestra reacción ha sido exagerada¿ ¿O somos repentinamente conscientes de que esa persona no tenía la culpa que le hemos atribuido?
Las emociones, ya lo hemos hablado en alguna ocasión, son difíciles de gestionar. Tanto que hace unos años a nadie se le ocurría mezclar emociones con trabajo, como si estuviéramos hablando de dos mundos opuestos. Y sin embargo, debemos tenerlas presentes. Y mucho. Somos personas, sentimos emociones sin darnos cuenta y, si no somos suficientemente conscientes de ellas, nos pueden secuestrar.
Cuando alguien llega enfadado a una reunión, está más irritable y puede generar roces con mayor facilidad. Si los demás tampoco tienen un buen día, pronto se puede crear un ambiente tenso y poco amigable. ¡Qué fácil es caer en esto hoy en día, cuando el contexto está tan difícil que las personas nos mostramos más susceptibles y tensas! Es mucho más fácil que antes enfadarse con un colaborador que se ha equivocado, con un compañero que llega tarde, con un proveedor que se retrasa en la entrega. Pero, ¿nos preguntamos acaso si estamos enfadándonos con la persona debida, en el grado adecuado, por el motivo justo…?
La ira resulta una emoción mucho más fácil de gestionar que la desesperación, la tristeza o la decepción. Por eso, las personas a menudo nos refugiamos en ella, porque en ella nos sentimos fuertes, activos y dispuestos a todo. Sin embargo, es una emoción que, dirigida contra la persona indebida, en un grado excesivo, por un motivo injusto o con unas formas exageradas e injustificables, puede resultar muy tóxica en el seno de una organización. Por eso, todos, y las personas que gestionan equipos más que nadie, debemos preguntarnos antes de enfadarnos con alguien todo lo que Aristóteles ya enunció en su día. La reflexión no sólo nos ayudará a ajustar nuestro enfado, sino también, probablemente, a calmarlo y colocar las cosas en su justa medida.
Recordemos que no podemos elegir cómo nos sentimos, pero sí cómo actuamos con la forma en que nos sentimos. Y este es, sin duda, el mayor poder del que disponemos. Podemos elegir con qué actitud nos enfrentamos a las cosas.